martes, 28 de mayo de 2013

Clasificación genética de las lenguas.

Según J. Greenberg hay tres modos fundamentales para clasificar las lenguas del mundo: la genética, la tipológica y la territorial. 

Esta entrada estará dedicada a la primera de ellas, por parecerme la más representativa y necesaria de conocer en un primer acercamiento a la taxonomía lingüística. 

la clasificación genética tiene por base la evolución de las lenguas. Con el paso del tiempo las lenguas van cambiando y diversificándose: una lengua puede realizarse en diferentes modos denominados dialectos, que a su vez pueden ir evolucionando hasta convertirse en lenguas totalmente independientes.
 
Para la empresa de esta disciplina es imprescindible el conocimiento del desarrollo histórico de las lenguas; por lo que la clasificación se realizará por medio de los grupos que hayan ido surgiendo a partir de un conjunto de dialectos o lengua anterior. 

Como ejemplo cercano, tenemos el latín hablado en Hispania, que originó lenguas como el catalán, español o gallego. 
 
En Italia el latín originó el italiano, y en las Galias dio lugar al provenzal y al franciano, del que deriva el francés actual. Las lenguas romances conforman una familia que proviene de una lengua o conjunto de dialectos que se han denominado latín vulgar. 

Otras familias que no nos resultarán tan cercanas son las siguientes:
 
-Familia eslava, integradas por idiomas como: el ruso (Rusia), polaco (Polonia), ucraniano (Ucrania), bielorruso (Bielorrusia), servio (Serbia), croata (Croacia), esloveno (Eslovenia), búlgaro (Bulgaria), macedonio (Macedonia), checo (República checa) y eslovaco (República Eslovaca).
 
-Familia túrcica: turco (Turquía), acerí (Azerbaiyán), uzbeco (Uzbekistán), cazajo (Kazajistán), turcomano (Turkmenistán), caracalpaco (Karakalpakia), uiguro (China), tártaro (Tartaria), basquiro (Basquiria), cumico (Daguestán), gagauso (Ucrania, Moldavia), chuvaco (Chuvachia).
 
-Familia bantú: lingala (Zaire, Congo), congo (Zaire, Congo, Angola), herero (Angola, Namibia), suahelí (Tanzania, Kenya, Uganda, Ruanda, Burundi, Zaire), luganda (Uganda), quicuyú (Kenya), ruanda (Rwanda), macua (Tanzania, Mozambique), soto (Lesotho), suací (Suazilandia), josa (Suráfrica), zulú (Suráfrica).
 
-Familia malayo-polinesia: tagalo (Filipinas), capampango (Luzón), ilocano (Luzón, Mindanao), cebuano (Cebú, Zamboanga), hiligainón (Filipinas), macasarés (Célebes), buguinés (Célebes), minancabáu (Sumatra), malayo (Malasia), indonesio (Indonesia), achenés (Sumatra), samoano (Samoa), tahitiano (Tahití), maorí (Nueva Zelanda), havayano (Hawaii), malgache (Madagascar).
 
-Familia yuto-azteca: Hopí (EEUU: Arizona), tepehuano (México: Chihuahua, Durango, Sonora y Jalisco), tarahumara (México: misma zona que el idioma anterior), huichol (México: Jalisco, Durango, Puebla, Coahuila), nahua (México: Veracruz, Puebla, Hidalgo y Guerrero).
Las familias anteriores pertenecen a tres grupos genéticos de tres continentes diferentes. En cuanto a la primera, la eslava, se baraja la hipótesis de que las lenguas que la conforman, provengan de una lengua o grupo de dialectos antiguos que se suele denominar eslavo común o protoeslavo, del que no se conserva ningún testimonio escrito. 
 
En Asia hallamos las lenguas túrcicas que se insertan dentro de la familia altaica, unas de las familias más extendidas del contienente. En África se ubica la familia bantú, en Oceanía la malayo-polinesia (la dominante respecto a su número de hablantes) y en América la yuto-azteca.
 

Por otro lado, las familias lingüísticas pueden dividirse en subgrupos o subfamilias. Siguiendo con el ejemplo de la familia romance encontraremos dentro de la subfamilia occidental, entre otros, el grupo italo- romance en el que se integra el subgrupo italiano. El subgrupo italiano lo conforman las siguientes lenguas: italiano estándar (toscano literario), piamontés, lombardo, bergamasco, genovés, véneto, emiliano-romañol, marquesano, umbro, toscano, romano, abruzés, napolitano-calabrés, salentino, siciliano, corso, galurés y sasarés.
Otros de los subgrupos de la parte occidental serían el galorromance, al que pertenecen el francés y el provenzal, y el iberorromance en el que se integran lenguas como el español o portugués.
 
Muchas familias lingüísticas se agrupan en unidades mayores (macrofamilias), ya que las familias y lenguas integrantes se consideran emparentadas de modo más lejano.
Las lenguas de la familia bática (lituano y letón), y las lenguas de la familia eslava se suelen agrupar en una macrofamilia llamada bal-eslava, y las familias snítica, de donde es el chino, y tibetana (con lenguas como el tibetano y el birmano) se agrupan en la macrofamilia sinotibetana. La familia quechua se une con la aimara y componen la macrofamilia andina. 

A veces, las macrofamilias se pueden agrupar en un conjuntos de lenguas más grandes aún: los filos.
Las familias germánica, balto-eslava, celta, itálica, griega, armenia, anatolia, indoaria y otras más, conforman el filo indoeuropeo.
 
Los filos pueden agruparse en macrofilos. Se ha llegado a proponer que los filos indoeuropeo, urálico ( que incluye la familia fino-ungria) y altaico (que incluye la familia túrcica) están relacionados genéticamente; por lo tanto deberían agruparse en un maro-filo denominado euroasiático. 

Si se consideran que los macrofilos están genéticamente emparentados existe la posibilidad de agruparlos en un grupo aún mayor: mega-filo. Se ha propuesto que el macro- filo euroasiático está emparentado genéticamente con la familia kartuélica (con el georgiano como lengua más conocida) y el filo afroasiático (con la familia semítica como una de las integrantes). Se obtendría así, el megafilo nostrático. 

Veamos, a continuación, los diversos grupos genéticos del español: 

-Megafilo: Nostrático
-Macrofilo: Euroasiático.
-Filo: indoeuropeo.
-Macro-familia: Itálica.
-Familia: Romance.
Sub-familia: Iberorromance.
 
Lógicamente, cuanto más extensa es la clasificación más difícil se vuelve la empresa y más inseguro su resultado. A partir del nivel macro-filo, los fundamentos que prueben el parentesco genético entre lenguas se van volviendo cada vez más escasos (no queriendo decir esto último que no existan tales bases o fundamentos).
Pero las clasificaciones tan amplias no están libres de controversia. Escasísimos especialistas llegan a aceptarlas.
 
Es unánime que todos los especialistas 'inserten' el español dentro del filo indoeuropeo y en la familia romance (no existe duda al respecto), pero concebir que el español está ligado genéticamente con el húngaro (por su pertenencia al macrofilio euroasiáico), o con el hebreo (por su pertenencia al megafilo nostrático), es una propuesta aislada que escasos lingüísticas aceptan.
 
A pesar de la problemática, hay algunos investigadores que no renuncian a la dificultosa tarea, proponiendo, incluso, gigafilos.

Éstos serían diversos macrofilos emparentados que proceden de una lengua ancestral común.
Algunos gigafilos propuestos recientemente son:

  • Giga-filo sino-caucásico. Propuesto por Sergèi Starostin en 1984. Filos y macros-filos que incluye: caucásico septentrional, yeneseico y sino-tibetano.
  • Giga-filo dené-caucásico. Propuesto por S. Nikolayev en 1989. Filos y macro-filos que incluye: caucásico septentrional y nadené.
  • Giga-filo amerindio. Propuesto por J. Greenberg en 1987. Filos y macro-filos que incluye: todas las familias lingüísticas de América exceptuando la familia na-dené y la esquimal-aleutiana.
En palabras de Greenberg, la clasificación genética tiene tres características fundamentales: necesidad, exhaustividad y univocidad.

Es necesaria porque no pueden existir varias posibles clasificaciones genéticas según los criterios observados en la lengua.
No se podría mostrar que el español procediese de otra familia que no fuese la romance mediante otro criterio genético. Proponer que el español es una lengua semítica por poseer en su léxico un gran número de palabras árabes sería un sin sentido, aunque se estableciese como criterio de parentesco genético el compartir cierto vocabulario. Por lo tanto, si se barajan dos clasificaciones genéticas, una sola será la correcta.

La exhaustividad reside en el hecho de que toda lengua puede ser clasificada en un grupo genético. Cuando no se obtiene respuesta sobre la procedencia de esa lengua y no puede ser clasificada genéticamente, se debe sólo al desconocimiento de su historia, y no a que esa lengua carezca de ella.

Por último, la univocidad consiste en que una lengua sólo puede pertenecer a un grupo genético. 

Las lenguas criollas podrían escapar a este requisito por proceder de una mezcla de distinta filiación genética. Pero debemos tener en cuenta que una lengua criolla presenta un claro predominio de uno de los idiomas que conforman la mezcla, por lo que siempre podría agruparse, sin problemas, en el grupo genético al cual pertenezca la lengua dominante.
La univocidad está determinada por el hecho de que el cambio lingüístico es de modo no marcado divergente y no convergente.

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