martes, 28 de mayo de 2013

Unidad en la diversidad.

La gran variedad que presentan las lenguas del mundo entre sí, aunque nos parezca muy llamativa, no es abismal.
 
Esta “gran” variedad siempre está supeditada a una serie de leyes que persisten una y otra vez en toda lengua humana: las más estudiadas (latín, inglés, alemán, francés…), las que han sido objeto de estudio lingüístico en los últimos tiempos (lenguas aborígenes australianas, por ejemplo), hasta… ¡las datadas en el IV milenio a.C como el sumerio!
 
Todas las lenguas conocidas del planeta están sujetas a ciertos patrones comunes, que hacen que la diversidad existente entre dichas lenguas quede reducida a distancias superficiales, (entendamos por superficial, no sustancial). 
 
Suelen ejemplificarse los puntos anteriores, en una frase que todos hemos oído y quizás hayamos pronunciado en cierta ocasión: “no hay ser humano igual a otro”. Las diferencias físicas y de personalidad de los individuos y las distintas etnias y culturas existentes en el mundo no difieren en términos sustanciales y no hacen imposible la unidad en la diversidad.
 
En el libro “¿Qué son las lenguas?” de Enrique Bernárdez hay una pequeña reflexión al respecto que aun siendo sencilla (ya conocemos lo que nos cuenta) es igualmente significativa. A veces, saber las cosas, tener nociones de ellas, no implica que se tengan presentes. Por eso extraigo las palabras de Bernárdez, para que todos recordemos lo que la costumbre va velando: 

“Pese a las enormes diferencias de hábitat existentes en la tierra, sus elementos básicos son iguales: hay un sol y una luna, amanece y anochece, hay nubes o el cielo está claro (y de color azul, no rojo en unos sitios, verde en otros y naranjas en otros más), llueve o no llueve, hay diferencias de temperatura, los objetos caen cuando se sueltan, los movimientos se interrumpen y no son eternos, todos nacemos y acabamos por morir, si hay algo delante habrá algo detrás, lo que se mueve abandona el lugar donde estaba originalmente, tenemos dificultades para llegar a ciertos lugares, por ejemplo las copas de los árboles o las profundidades marinas. Los seres humanos somos los mismos y actuamos en formas semejantes”.


 
El punto de encuentro entre la amplia variedad de lenguas proviene de una idéntica base cognitiva; los principios comunes existentes en cada uno de los idiomas se intercalan en el mismo plano esencial de igualdad, por estar éstos intrínsecamente unidos con la configuración de la mente humana, pues es aquí donde se halla localizada la facultad del lenguaje y lo que nos permite aprender cualquier idioma sin excepción alguna.
 
La lingüística tipológico-universalista como ya adelanté en la primera entrada, es es aquella rama de la ciencia del lenguaje encargada de estudiar las diferencias y semejanzas entre las lenguas humanas, siendo el objetivo del estudio la totalidad de las lenguas.
 
En su introducción a la lingüística (enfoque tipológico y universalista), el profesor Moreno Cabrera comienza avisándonos sobre otras obviedades, que a pesar de serlas, no solemos tenerlas en la justa consideración: 
 
Toda lengua humana es una manifestación concreta de la capacidad humana que denominamos lenguaje, pero no podemos deducir de lo anterior (sería deducir mal) que haya una lengua que represente la manifestación del lenguaje humano por antonomasia. Todas las lenguas que existen y han existido han sido manifestaciones de igual rango. Aunque notemos marcadas diferencias en sus estructuras, todas ellas son expresiones del mismo sistema lingüístico y de la misma capacidad humana.
No pueden negarse los contrastes entre unas y otras, pero estas diferencias no se presentan de modo arbitrario, sino de forma previsible y motivada. ¿Y cuál es esa motivación? ¿Por qué la diversidad queda en cierta manera, delimitada? Son por esos principios comunes: reglas generales que insisten una y otra vez en cada lengua conocida y estudiada, y que corroboran que todas ellas parten del mismo punto, de la misma base: el pertencer a la misma especie o sistema lingüístico. 

Cuando un lingüista o una persona sin esta profesión se propone el estudio de una lengua, puede advertir lo que encontrará en base a lo que ya sabe sobre su propia lengua. Lo que intuiremos no son las idiosincrasias que conforman ese idioma sino las características propias de dicha entidad lingüística: nos toparemos con un léxico y unas reglas que nos especificarán el modo de combinar los elementos de ese léxico a fin de construir oraciones. 

Si las lenguas no poseyeran un patrón regular y variaran de forma arbitraria, la ciencia lingüística sería sencillamente imposible. Esa regularidad, insistiendo en lo anteriormente dicho, no significa que esos principios (que son necesarios para considerar toda lengua como expresión de la misma facultad humana), conformen de manera total y rígida un idioma. Cada lengua realizará de manera idiosincrásica esas leyes... por eso cuando estudiamos un idioma, en algún momento de ese proceso de estudio, nos parecerá estar adentrándonos en otra manera de pensar y concebir la vida... 

Un idioma, en su desarrollo histórico se verá afectado por influencias de otras lenguas, a la vez que nunca desecha etapas anteriores de su variación histórica: las lenguas, como ya sabemos, proceden de otras, reciben numerosos contactos de otros pueblos de distinto idioma y con diferentes visiones del mundo. 

 Los factores culturales, sociales, políticos, demográficos y económicos hacen de cada lengua una entidad singular e irrepetible. Por lo que no tiene sentido decir que haya idiomas que reflejen de manera inexorable, uniforme y terminante las leyes lingüísticas, sean éstas históricas, gramaticales, fonológicas, sintácticas o semánticas, es decir; no hay idiomas puros. 

Como las diferencias están limitadas por principios universales, no existen gramáticas en las lenguas que el ser humano no pueda adquirir y usar.
Éstos son los rasgos que comparten todas las lenguas por pertenecer a la misma especie lingüística, a los que Moreno Cabrera se refiere en su libro “La dignidad e igualdad de las lenguas” como la esencia y definición de las lenguas del Homo Sapiens Sapiens:
  1. Toda lengua tiene un inventario limitado de sonidos vocálicos y consonánticos y unas reglas de combinación de los mismos para obtener unidades mayores denominadas sílabas. Todas las lenguas del mundo poseen restricciones variadas sobre qué sonidos pueden combinarse para formar sílabas. El español no admite la combinación spa pero el inglés sí. En cambio ni el inglés ni el español permiten la sílaba fkus, mientras que el ruso sí.
  2. Todas las lenguas del mundo tienen un elenco de elementos mínimos con significado (palabras), que se forman con una o más sílabas y se cuentan, en cada idioma, en torno a los cinco mil. El vocabulario de una lengua está organizado de una determinada manera: habrá términos más generales y otros más concretos.
  3. Todas las lenguas tiene mecanismos para obtener palabras nuevas a partir de otras ya existentes por algún medio como la composición, aglutinación o incorporación, provocando que el léxico se multiplique sensiblemente y haga posible que una lengua cree nuevas palabras en el caso de que lo necesite.
  4. Todas las lenguas tienen una serie de reglas de combinación sintáctica a través de las cuales se unen las palabras para obtener sintagmas y oraciones. En todas ellas, el significado de las oraciones (la situación que describen) se deriva de las palabras o frases hechas que componen la lengua. En consecuencia, cualquier situación puede ser descrita mediante una oración correspondiente. 

    Éstas han sido las propiedades referentes a los aspectos sustantivos de las lenguas. A continuación, algunas características representativas del uso de las estructuras lingüísticas:
  5. Todas las lenguas tienen expresiones para transmitir información, hacer preguntas y dar órdenes.
  6. Todas las lenguas tienen mecanismos lingüísticos para describir y narrar acontecimientos.
  7. Todas las lenguas tienen mecanismos lingüísticos para señalar las relaciones de sus hablantes con su entorno.
  8. Todas las lenguas tienen mecanismos para expresar razonamientos. 

  9. Todas las lenguas tienen mecanismos para expresar lo imaginado, lo soñado o la visionado, aunque no coincida con la realidad. Por tanto, en cada lengua se puede mentir. 

  10. Todas las lenguas permiten la elocuencia, los juegos de palabras y los procedimientos retóricos.
  11. Todas las lenguas permiten la excelencia estética de los mensajes, por lo que éstos, pueden disponerse de una determinada manera considerada bella en cada cultura.
  12. Todas las lenguas conocen la connotación: la asociación de un significado fundamental de una palabra con significados accesorios.

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