La gran variedad que presentan las
lenguas del mundo entre sí, aunque nos parezca muy llamativa, no es
abismal.
Esta “gran” variedad siempre está
supeditada a una serie de leyes que persisten una y otra vez en toda
lengua humana: las más estudiadas (latín, inglés, alemán,
francés…), las que han sido objeto de estudio lingüístico en los
últimos tiempos (lenguas aborígenes australianas, por ejemplo),
hasta… ¡las datadas en el IV milenio a.C como el sumerio!
Todas las lenguas conocidas del planeta
están sujetas a ciertos patrones comunes, que hacen que la
diversidad existente entre dichas lenguas quede reducida a distancias
superficiales, (entendamos por superficial, no sustancial).
Suelen ejemplificarse los puntos
anteriores, en una frase que todos hemos oído y quizás hayamos
pronunciado en cierta ocasión: “no hay ser humano igual a otro”.
Las diferencias físicas y de personalidad de los individuos y las
distintas etnias y culturas existentes en el mundo no difieren en
términos sustanciales y no hacen imposible la unidad en la
diversidad.
En el libro “¿Qué son las
lenguas?” de Enrique Bernárdez hay una pequeña reflexión al
respecto que aun siendo sencilla (ya conocemos lo que nos cuenta) es
igualmente significativa. A veces, saber las cosas, tener nociones de
ellas, no implica que se tengan presentes. Por eso extraigo las
palabras de Bernárdez, para que todos recordemos lo que la costumbre
va velando:
“Pese a las enormes diferencias de
hábitat existentes en la tierra, sus elementos básicos son iguales:
hay un sol y una luna, amanece y anochece, hay nubes o el cielo está
claro (y de color azul, no rojo en unos sitios, verde en otros y
naranjas en otros más), llueve o no llueve, hay diferencias de
temperatura, los objetos caen cuando se sueltan, los movimientos se
interrumpen y no son eternos, todos nacemos y acabamos por morir, si
hay algo delante habrá algo detrás, lo que se mueve abandona el
lugar donde estaba originalmente, tenemos dificultades para llegar a
ciertos lugares, por ejemplo las copas de los árboles o las
profundidades marinas. Los seres humanos somos los mismos y actuamos
en formas semejantes”.
El punto de encuentro entre la amplia
variedad de lenguas proviene de una idéntica base cognitiva; los
principios comunes existentes en cada uno de los idiomas se
intercalan en el mismo plano esencial de igualdad, por estar éstos
intrínsecamente unidos con la configuración de la mente humana,
pues es aquí donde se halla localizada la facultad del lenguaje y lo
que nos permite aprender cualquier idioma sin excepción alguna.
La lingüística
tipológico-universalista como ya adelanté en la primera entrada, es
es aquella rama de la ciencia del lenguaje encargada de estudiar las
diferencias y semejanzas entre las lenguas humanas, siendo el
objetivo del estudio la totalidad de las lenguas.
En su introducción a la lingüística
(enfoque tipológico y universalista), el profesor Moreno Cabrera
comienza avisándonos sobre otras obviedades, que a pesar de serlas,
no solemos tenerlas en la justa consideración:
Toda lengua humana es una manifestación
concreta de la capacidad humana que denominamos lenguaje, pero no
podemos deducir de lo anterior (sería deducir mal) que haya una
lengua que represente la manifestación del lenguaje humano por
antonomasia. Todas las lenguas que existen y han existido han sido
manifestaciones de igual rango. Aunque notemos marcadas diferencias
en sus estructuras, todas ellas son expresiones del mismo sistema
lingüístico y de la misma capacidad humana.
No pueden negarse los contrastes entre
unas y otras, pero estas diferencias no se presentan de modo
arbitrario, sino de forma previsible y motivada.
¿Y cuál es esa motivación? ¿Por qué la diversidad queda
en cierta manera, delimitada?
Son por esos principios comunes: reglas
generales que insisten una y otra vez en cada lengua conocida y
estudiada, y que corroboran que todas ellas parten del mismo punto,
de la misma base: el pertencer a la misma especie o sistema
lingüístico.
Cuando un lingüista o una persona sin
esta profesión se propone el estudio de una lengua, puede advertir
lo que encontrará en base a lo que ya sabe sobre su propia lengua.
Lo que intuiremos no son las idiosincrasias que conforman ese idioma
sino las características propias de dicha entidad lingüística: nos
toparemos con un léxico y unas reglas que nos especificarán el modo
de combinar los elementos de ese léxico a fin de construir
oraciones.
Si las lenguas no poseyeran un patrón
regular y variaran de forma arbitraria, la ciencia lingüística
sería sencillamente imposible.
Esa regularidad, insistiendo en lo
anteriormente dicho, no significa que esos principios (que son
necesarios para considerar toda lengua como expresión de la misma
facultad humana), conformen de manera total y rígida un idioma. Cada
lengua realizará de manera idiosincrásica esas leyes... por eso
cuando estudiamos un idioma, en algún momento de ese proceso de
estudio, nos parecerá estar adentrándonos en otra manera de pensar
y concebir la vida...
Un idioma, en su desarrollo histórico
se verá afectado por influencias de otras lenguas, a la vez que
nunca desecha etapas anteriores de su variación histórica: las
lenguas, como ya sabemos, proceden de otras, reciben numerosos
contactos de otros pueblos de distinto idioma y con diferentes
visiones del mundo.
Los factores culturales, sociales,
políticos, demográficos y económicos hacen de cada lengua una
entidad singular e irrepetible.
Por lo que no tiene sentido
decir que haya idiomas que reflejen de manera inexorable, uniforme y
terminante las leyes lingüísticas, sean éstas históricas,
gramaticales, fonológicas, sintácticas o semánticas, es decir; no
hay idiomas puros.
Como las diferencias están limitadas
por principios universales, no existen gramáticas en las lenguas que
el ser humano no pueda adquirir y usar.
Éstos son los rasgos que comparten
todas las lenguas por pertenecer a la misma especie lingüística, a
los que Moreno Cabrera se refiere en su libro “La dignidad e
igualdad de las lenguas” como la esencia y definición de las
lenguas del Homo Sapiens Sapiens:
- Toda lengua tiene un inventario limitado de sonidos vocálicos y consonánticos y unas reglas de combinación de los mismos para obtener unidades mayores denominadas sílabas. Todas las lenguas del mundo poseen restricciones variadas sobre qué sonidos pueden combinarse para formar sílabas. El español no admite la combinación spa pero el inglés sí. En cambio ni el inglés ni el español permiten la sílaba fkus, mientras que el ruso sí.
- Todas las lenguas del mundo tienen un elenco de elementos mínimos con significado (palabras), que se forman con una o más sílabas y se cuentan, en cada idioma, en torno a los cinco mil. El vocabulario de una lengua está organizado de una determinada manera: habrá términos más generales y otros más concretos.
- Todas las lenguas tiene mecanismos para obtener palabras nuevas a partir de otras ya existentes por algún medio como la composición, aglutinación o incorporación, provocando que el léxico se multiplique sensiblemente y haga posible que una lengua cree nuevas palabras en el caso de que lo necesite.
- Todas las lenguas tienen una serie de reglas de combinación sintáctica a través de las cuales se unen las palabras para obtener sintagmas y oraciones. En todas ellas, el significado de las oraciones (la situación que describen) se deriva de las palabras o frases hechas que componen la lengua. En consecuencia, cualquier situación puede ser descrita mediante una oración correspondiente.Éstas han sido las propiedades referentes a los aspectos sustantivos de las lenguas. A continuación, algunas características representativas del uso de las estructuras lingüísticas:
- Todas las lenguas tienen expresiones para transmitir información, hacer preguntas y dar órdenes.
- Todas las lenguas tienen mecanismos lingüísticos para describir y narrar acontecimientos.
- Todas las lenguas tienen mecanismos lingüísticos para señalar las relaciones de sus hablantes con su entorno.
- Todas las lenguas tienen mecanismos para expresar razonamientos.
- Todas las lenguas tienen mecanismos para expresar lo imaginado, lo soñado o la visionado, aunque no coincida con la realidad. Por tanto, en cada lengua se puede mentir.
- Todas las lenguas permiten la elocuencia, los juegos de palabras y los procedimientos retóricos.
- Todas las lenguas permiten la excelencia estética de los mensajes, por lo que éstos, pueden disponerse de una determinada manera considerada bella en cada cultura.
- Todas las lenguas conocen la connotación: la asociación de un significado fundamental de una palabra con significados accesorios.
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