Según Derek Bickerton podemos observar
a nuestro alrededor claros indicios de un estadio anterior a nuestra
capacidad comunicativa actual.
Pero estas “señales” sólo se manifestarían en circunstancias
peculiares, ya que a falta de lenguas naturales primitivas en nuestro
mundo, estos rasgos únicamente serían perceptibles en casos muy
especiales del uso del lenguaje.
Los hallazgos de estadios anteriores
estarían presentes en la expresión del lenguaje que hacen los niños
de dos años (están en el proceso de adquirir naturalmente un
idioma), en pacientes víctimas de lesiones cerebrales (la afasia
provoca déficit en la capacidad comunicativa), en determinadas fases
que experimenta el adulto al ir adquiriendo una segunda lengua, en el
lenguaje de personas que han llegado a la adolescencia sin haber
tenido contacto alguno con lenguas naturales, en el lenguaje que usan
los chimpancés adiestrados en el uso de un sistema simbólico...
pero sobre todo, el caso más ilustrativo vendría representado por
las denominadas lenguas pidgin; por ser éstas ideales en la
observación de dichas “señas”.
Una lengua pidgin es el idioma
resultante entre dos pueblos, cuyo contacto se ha vuelto necesario o
inminente y que al no compartir un idioma común y al ser sus lenguas
nativas ininteligibles entre sí, desarrollan una nueva para que el
entendimiento se logre.
La circunstancia más propicia para que
un pidgin surja es el contacto entre dos o más hablantes en un
contexto de intercambio o comercio.
Ante la imposibilidad de
intercomprensión no queda más alternativa que el desarrollo de un
idioma simplificado por los hablantes de las dos comunidades en
contacto, que desean comunicarse de la manera más rápida posible.
Un ejemplo es la Jerga Chinook, usada
por lo indígenas americanos y los comerciantes franceses y
británicos para comunicarse entre sí en la costa noroeste del
Pacífico norteamericano en el S. XIX .
Estas lenguas se caracterizan por tener
un conjunto limitado de palabras y reglas gramaticales muy simples,
ya que la información extraída de la comunicación la provee, en
gran parte, el contexto concreto referido, que en su papel de
detallar la información desambigua los posibles significados,
aunque, incentivando el uso de metáforas y circunloquios complejos.
En general, en todas estas lenguas es
imposible expresar morfológicamente la función gramatical de las
palabras y el caso (sujeto, objeto), las diferencias temporales
(pasado, presente, futuro), las de aspecto (acción terminada o
incompleta), o modo (indicativo, subjuntivo) y además carecen de
preposiciones o presenta un número ínfimo de ellas.
Pero no obviemos el hecho de que éstas no son lenguas naturales, ni
mucho menos el hecho de que una vez adoptado este sistema
simplificado por la comunidad de hablantes, los niños lo adquieren
como lengua nativa.
Y es este el momento decisivo: el
pidgin deja de ser idioma simplificado para convertirse en lengua
criolla, (el pidgin se ha criollizado).
Las lenguas criollas se convierten así,
en una sola generación, en lenguas con las mismas exactas
características que las demás lenguas del mundo: presentan un
vocabulario extenso y una complejidad en sus estructuras idéntica a
la de cualquier lengua humana.
Esto es así porque en el momento en
que los niños son expuestos a una lengua materna simplificada
(pidgin), automáticamente, en un marco muy reducido de tiempo,
empiezan a dotarla de complejidad estructural y de gramática,
consolidándola como lengua criolla.
La aparición de una lengua criolla a
partir de una lengua pidgin supone que los hablantes son capaces de
añadir los rasgos gramaticales que no estaban presentes
históricamente en la lengua pidgin original
.
Si se preguntan el motivo, éste
subyace a nuestra propia condición humana:
La explicación que nos da Bickerton
sobre este suceso es la existencia de un bioprograma innato para el
lenguaje encargado de determinar un conjunto de estructuras
gramaticales específicas, a las que el niño tiene acceso en el caso
de estar expuesto a una lengua de rasgos inestables o incompletos. De
lo que se deduce, claramente, que parte de nuestra facultad para el
lenguaje es innata.
Percatarse de este fenómeno y advertir
la hipótesis de un bioprograma innato le permitió adentrarse en el
difícil mundo de dar explicación al origen y evolución del
lenguaje.
Bickerton sostiene la firme creencia de
que el lenguaje debió de haber surgido de un sistema anterior,
aunque no se haya encontrado en el mundo otro sistema comunicativo
(lengua, idioma) a partir del cual haya podido evolucionar.
Su concepción del lenguaje está más
orientada a un sistema de representación más que un sistema de
comunicación; pues nos sirve para clasificar y manipular toda la
información que nos rodea.
La selección natural ha hecho
favorecer los sistemas de representación y percepción del mundo, ya
que la sensibilidad con respecto al entorno ofrece a un organismo
ventajas sobre sus congéneres.
De manera progresiva, los animales con
capacidades cognitivas fueron desarrollando tal incremento en la
atención y la memoria que la información recibida del mundo, no
podría venir sino de un sistema de representación más complejo.
Por eso, mientras que los demás
animales utilizan un sistema primario de representación de
situaciones unitarias (comida, depredador, peligro), el lenguaje
humano es una sistema de representación secundario constituido por
mecanismos complejos divididos en diferentes partes. Así nos
encontraremos con diferentes funciones: verbos que denotan acciones,
sustantivos referidos a objetos, adjetivos que expresan cualidades de
dichos objetos...
La gramática nos otorga un número
ilimitado de oraciones y por lo tanto, un repertorio infinito de
expresiones donde plasmar nuestro pensamiento.
Por consiguiente, el estudio llevado a
cabo por Bickerton sobre las lenguas pidgin y criollas le ha valido
para elaborar una serie de propiedades de un protolenguaje, que bien
pudieron ser rasgos de una etapa evolutiva anterior a la lenguas
humanas que conocemos hoy en día:
-En el protolenguaje humano el orden de
las palabras está condicionado únicamente por los contextos de uso,
ya que no hay estructura sintáctica alguna.
-Cualquier unidad léxica puede estar
ausente, sin que haya ninguna restricción sintáctica ni semántica
al respecto.
-Ninguna palabra requiere la aparición
de otra, por ejemplo; verbos sin complementos.
-No existen patrones para ampliar o
complicar la estructura de las oraciones (coordinación y
subordinación).
-El protolenguaje carece de cualquier
tipo de partícula gramatical (como las preposiciones actuales) que
tenga una función formal o sintáctica.
A continuación, ofrezco un fragmento
de la entrevista concecida a D. Bickerton por la revista alemana Der
Spiegel en el año 2002, donde el lingüista nos habló sobre el
origen y la evolución del lenguaje, y de cómo la gramática
desempeñó un importantísimo papel en su desarrollo. (He
seleccionado sólo las preguntas y respuestas involucradas
directamente en el asunto).
Spiegel:
¿El lenguaje entonces es más importante para nosotros que cualquier
otro sentido?
Bickerton:
En cierto sentido, sí: usted seguirá siendo un ser humano aun
estando ciego. Incluso las personas sordas y ciegas pueden aprender a
hablar.
Spiegel:
¿Esto significa que un niño pequeño, que aun no habla, se
convierte paso a paso en una persona?
Bickerton:
No, no lo diría de esa manera. Pues gran parte de nuestra facultad
del lenguaje ya existe al nacer. Casi se podría decir que no
adquirimos el lenguaje, sino que lo dejamos crecer en nuestro
interior.
Spiegel:
¿Y cómo se desarrolla ese proceso de “crecimiento”?
Bickerton:
Bueno, primero el niño se hace con unas cuantas palabras, todas
ellas relacionadas con el “aquí y ahora”. En esta fase – más
o menos desde el año hasta el año y medio - el niño se
comporta como un chimpancé: sus pensamientos sólo giran en torno a
lo que desea. Aun si a un bonobo se le enseñara el lenguaje de
signos, solamente lo usará para expresar sus deseos más inmediatos.
Spiegel:
¿Cree usted que la manera en que el niño comprende primero las
palabras y luego, paso a paso, las estructuras gramaticales,
reproduce la evolución del lenguaje en sí?
Bickerton:
En un sentido más amplio, desde luego que sí. Estoy convencido de
que nuestros antepasados en un primer momento sólo podían articular
palabras pero no oraciones. Y esto no cambió durante muchísimo
tiempo, quizás unos dos millones de años. Un lenguaje con
estructura gramatical tal como lo tenemos hoy surgió mucho más
tarde, probablemente hace unos cien mil años.
Spiegel:
Pero también los chimpancés parecen poseer una forma rudimentaria
de …
Bickerton:
Sí, se les puede enseñar que usen palabras aisladas. Incluso pueden
ensartar dos o tres palabras, al igual que el niño pequeño. La
diferencia está en que no dan un paso más.
Spiegel:
Si los chimpancés son capaces de usar palabras, ¿por qué
normalmente no lo hacen?
Bickerton:
Éste es un punto interesante. Para usar un protolenguaje, se
requieren dos cosas fundamentales: por un lado la posibilidad de
articularlo...
Spiegel:
...eso lo hacen los chimpancés con las manos.
Bickerton:
Exactamente. Algunos creen incluso que el lenguaje humano empezó con
un tipo de lenguaje gestual. Por ello me preguntará ahora: ¿Cuál
es la segunda condición? Es la motivación. Por lo tanto lo que
tenemos que preguntarnos es lo siguiente: ¿En que se distinguía el
entorno de nuestros antepasados del de los monos actuales? Debe haber
habido algo en el medio ambiente que impulsó el desarrollo del
lenguaje. Debe haber existido algún factor X que convirtiera la
comunicación simbólica en una ventaja decisiva en la lucha por la
supervivencia.
Spiegel:
¿Y cuál era, en su opinión, ese factor X?
Bickerton:
Creo que fue un cambio en la ecología que dio el impulso. Todos los
antropoides actuales viven en el bosque. Nuestros antepasados, sin
embargo, vivían en estepas tropicales, en campo abierto, donde había
como mucho bosques de galería en la orilla de los ríos.
Spiegel:
Pero en el bosque se puede charlar igual de bien que en la sabana,
¿no?
Bickerton:
En aquel momento de la historia, dos factores elementales tienen que
haber sido distintos para el hombre. En primer lugar, los alimentos
estaban repartidos por una superficie mucho más grande. En el
bosque, un mono puede alimentarse de frutos y frutas, y cazar un mono
más pequeño de vez en cuando. En la sabana, en cambio, la comida se
encuentra más dispersa, y además, cambia mucho con las estaciones.
La segunda diferencia, quizás más importante, eran los enemigos:
hace unos dos millones de años, cuando vivía el homo erectus, había
ocho especies diferentes de depredadores – grandes bestias del tipo
del lobo, imponentes tigres de diente de sable y demás, animales hoy
todos extinguidos. O sea, la vida en la sabana debe haber sido
extremadamente peligrosa.
Spiegel:
Pero otra vez: ¿Para qué el lenguaje? No se espanta a los enemigos
con tacos o insultos.
Bickerton:
Yo me lo imagino de la siguiente manera: Para ahuyentar a los
depredadores, se necesitaban grupos de unos treinta a cuarenta
individuos. Pero para conseguir comida, quizás haya sido necesario
dividirse en varios grupos de ocho o diez. Pero – ¿cómo decirles
a los demás a la vuelta de las excursiones dónde habían encontrado
comida y a dónde había que dirigirse? Sólo había un camino: la
comunicación simbólica.
Spiegel:
O sea, ¿el hombre halló el lenguaje como la abeja su baile?
Bickerton:
Sí, exacto. Es curiosísimo: los únicos seres del reino animal que
han desarrollado un sistema de comunicación simbólica, son las
abejas. Y las abejas son, al igual que nuestros antepasados,
recolectores de alimentos sobre un área extensa.
Spiegel:
Bailar también hubiera sido una bonita alternativa a balbucear
palabras...
Bickerton:
...pero los sonidos eran superiores ya desde mucho antes, porque con
ellos por ejemplo se podían imitar los ruidos.Imagínese
que un hombre prehistórico se encuentra un cadáver de mamut y
vuelve con los suyos. Entonces podía haber hecho “Uooogh”,
señalando con gestos unos grandes colmillos.
Spiegel:
¿O sea, la primera palabra de la humanidad fue “Uooogh” y
significaba “mamut”?
Bickerton:
¿Por qué no? De todos modos, seguramente no fue “¡Hola!” o
“¡Adios!”, como habría que suponer si el desarrollo de la
inteligencia social hubiera sido el motor de la evolución del
lenguaje.
Spiegel:
Pero por qué entonces pasaron 2 millones de años hasta la primera
oración completa?
Bickerton:
Si, es asombroso. Y más teniendo en cuenta que hace falta muy poco
para crear un lenguaje con sintaxis. Lo elemental es la así llamada
estructura argumental. Para formar una oración, hay que saber quién
es el agente de la acción, quién sufre la acción, cuál es la meta
de la acción etcétera. Existen unos ocho o diez de estos “papeles
temáticos” – los lingüistas discuten sobre el número exacto –
que un concepto puede desempeñar en una oración. El cerebro tiene
que comprender esta estructura argumental.
Spiegel:
De otro modo: ¿La gramática le ayudó al hombre a construir mejores
herramientas y útiles?
Bickerton:
La respuesta a esta pregunta es clara: sí. Hay que tener en cuenta
un hecho que los paleoantropólogos ignoran de forma persistente: las
herramientas prácticamente no han evolucionado durante dos millones
de años. Tome por ejemplo el hacha de mano – sin duda un
instrumento maravilloso y muy útil. Pues se usó sin modificación
alguna durante más de un millón de años. Imagínese que la General
Motors en la presentación de un nuevo modelo dijera: “¡Este coche
es tan perfecto que sus descendientes todavía lo usarán dentro de
un millón de años!”. Nos parecería absurdo. Incluso me atrevería
a decir: quien piensa así, no es humano. Todavía está a mucha
distancia de ser un humano.
Spiegel:
¿Y todo esto cambió con la gramática? ¿La sintaxis hizo humano al
hombre?
Bickerton:
Estoy convencido de que sí. Una cosa es segura: hace unos 100.000
años se produjo un cambio muy abrupto. De repente el hombre empieza
a fabricar complicadas herramientas, a crear hermosas joyas, a
comerciar – a hacer todo aquello que hoy llamamos cultura. ¿Qué
es lo que podía haber desencadenado esto? ¡La sintaxis! Pues cuando
usted planifica algo, algo mínimamente complicado, entonces necesita
“síes” y “porqués”, es decir, necesita oraciones complejas.
Sin ellas permanecería para siempre en el “aquí y ahora”.
Spiegel:
¿Quiere decir que el hombre no aprendió a pensar hasta hace tan
sólo cien mil años?
Bickerton:
No lo diría exactamente así. Pero sí aprendió a pensar de un modo
algo más complejo. Tome por ejemplo la punta de flecha o lanza de
tipo arpón. La púa en sentido contrario de la trayectoria fue un
gran avance. Pero para que éste se diera, alguien debía haberse
dado cuenta de que la lanza convencional, aunque entraba muy bien en
la carne de la presa, el animal sólo tenía que sacudirse para
sacársela; que si el proyectil se quedara clavado la presa sangraría
más y perdería rápidamente sus fuerzas. Posiblemente el inventor
del arpón, ese genio de la prehistoria, haya observado pequeñas
semillas dotadas de ganchos para quedar adheridas a la piel o el
pelo. Y después pensaría: “¿Y qué pasa si le pusiera unos
ganchos así a mi jabalina?” Créame: hay un montón de gramática
en la evolución de la punta de lanza. No es que simplemente se
encendiera una lucecita en la cabeza y – ¡zas! – surge la idea.
Spiegel:
Si el gancho no ha surgido espontáneamente, ¿la gramática sí -
¡zas! – surgió de repente?
Bickerton:
Tan de repente por supuesto no ocurrió aquello, pero sí se produjo
en un lapso de tiempo relativamente corto. El factor decisivo fue el
aumento del número de neuronas – una idea que por cierto no es mía
sino de mi colega el neurólogo Bill Calvin.
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