Suelen colocarse en el pedestal del no
sé qué (¿del mérito?) ciertos idiomas europeos sólo porque
tienen millones de hablantes alrededor del mundo o porque han sido y
son portadores de obras literarias de peso.
La primera razón, me permito la
redundancia, no tiene mucha razón de ser: si hay una gran cantidad
de hablantes de una determinada lengua repartidos por todo mundo no
será porque esa lengua posea en su estructura una sencillez que haga
sucumbir a miles de personas a abandonar la suya en favor de esa
otra, sino que será debido a otros factores.
La segunda razón, que la redundancia
duela, lleva razón. ¿Qué pasa con sentirse orgulloso de tu lengua,
ya sea por su belleza o por sus logros literarios?
Sentir la literatura, sus contenidos,
como pertenencia personal es para mí, un sentimiento más que
natural. En ella se habla de nuestra relación con el mundo, de
nuestro papel en él… en definitiva, de nuestra condición humana.
De ahí que nos sintamos dialogando con nosotros mismos cuando leemos
literatura. Reconocernos en la ficción no es nada raro ni
sorprendente: la literatura es realidad transformada.
De golpe me viene a la memoria una cita
del pintor Paul Klee. Dice así: “el arte no reproduce lo visible,
lo hace visible”. Llevando este pensamiento a la literatura que es
también arte, podríamos deducir que la ficción literaria sería
solución, vía o modo de rellenar las fallas de la realidad y que en
consecuencia, nos serviría para entender esa misma realidad en la
que vivimos. mostrándola a toda luz. ¿Cómo no vamos entonces a
sentirnos sugestionados por algo que descubre la realidad y que
encima se manifiesta en arte; objeto de fascinación?
He dicho que tener la literatura en un
pedestal es razonable. Y
sí, puede que la expresión “tener en un pedestal” sea
exagerada, hasta a mí me da la imagen de estar rezándole a un
libro… pero cuando creemos fuertemente en el poder de algo resulta
casi inevitable no apasionarnos al decirlo.
En realidad, nunca me mostré
fanática con nada. Personalmente admiro y respeto mucho la buena
literatura. Pero hay algo que no apruebo: la altivez unida al
menosprecio hacia todo aquello que se escapa de un criterio de valor
establecido, porque después de eso, ya no sólo se menosprecia lo
que se salía del gusto personal, sino que es fácil llegar al
menosprecio de la propia persona que expresaba esa diferencia
respecto a ti.
¿Es necesario
castigar con el desprecio un gusto diferente al tuyo? ¡Cómo si la
libertad de expresión sólo existiese para los gustos de uno! Uno
está en el derecho de hasta no sentirse atraído por la
literatura...
Esa altivez la he observado cuando
alguien ha opinado que la manera de escribir de cierto autor no era
de su agrado. Parece que hay autores intocables y prohibidos, y
volviendo a lo del pedestal: sagrados. Mejor que no digas en voz alta
que no te gusta cierta autoridad literaria, no vaya a ser que te
tachen de... ¿inculto? Me parece que lo que hay es mucha pedantería.
Se suele glorificar una determinada lengua por tener en una alta estima la literatura producida en dicha lengua. Está muy bien sentir orgullo, pero cuando ese orgullo se transforma en arrogancia puede ser peligroso.
He escuchado alguna vez
que otra:”la literatura producida en tal idioma es superior a la
producida en cualquier otro”. Espero, al menos, que esas personas
tengan un profundo conocimiento de la producción literaria de
diversos países a fin de compararlas, y poder permitirse decir eso.
El punto es el siguiente: La excusa de la literatura se utiliza para
afirmar que un idioma es superior a cualquier otro, y que por lo
tanto, es el más apto para escribir literatura.
Aduzco dos pasajes ilustrativos:
El idioma castellano tiene grandes
recursos para escribir. Tiende, sí, a la anfibología y hay que
evitarla. El francés posee menor rigor, pero es más preciso y
seguro. Nosotros tenemos más sonoridad, ellos más finura y hondura.
(A. Cuartas 1972:27)
La lengua rusa probablemente esté
mejor dotada (para la poesía) que el polaco y el checo, que tiene
acento fijo, y quizás incluso que el español. Aunque, naturalmente,
esto es solamente una hipótesis y sólo la investigación adecuada
podrá determinar si esto es cierto o falso.
(F.J. Manjón Pozas y J.D. Luque Durán)
Los aptitudes que otorgarían validez
artística a una lengua serían criterios tremendamente subjetivos: rigor,
precisión, seguridad, sonoridad, finura, musicalidad... parecen
provenir, más bien, de una impresión pesonal; del posicionamiento
en favor a lo que a uno, ya de por sí atrae.
Decir que una lengua
está mejor dotada para la poesía o la literatura en general, es
manipular, porque ya sabemos que ésto no dependerá únicamente de
las supuestas propiedades de una determinada lengua, sino de la
habilidad que muestre la persona al tratarla y manejarla.
La poesía
no es algo a lo que se llegue a partir de la
lengua, sino que surge
de la propia lengua: de sus características, de su hechura
morfológica, sintáctica y semántica. Todas las lenguas tienen unas
particularidades fónicas, morfológicas, sintácticas y semánticas
que la persona con el don de la poesía o la prosa sabrá explotar
correctamente para crear arte literario.
Cada obra de arte se inserta en un
marco temporal, en una determinada tradición, por lo tanto habrá
que juzgarla dentro de ese marco y en sus propios términos. No
obviemos tampoco que por circunstancias históricas, políticas,
económicas e ideológicas un arte ha podido florecer más en
determinados lugares que en otros. No se puede entonces sostener que
determinado pueblo con determinada lengua es más dotado para el
quehacer poético que cualquier otro sólo porque ese tenga una más
abultada tradición literaria. Además, ya sabemos que cantidad no
significa calidad.
Establecer un patrón concreto de lo
que es poesía y convertirlo en paradigma único de ella, para así
hacer pasar por ese medidor a todas las sociedades actuales y pasadas
no es una tesis válida para afirmar que la lengua de un pueblo está
más o menos dotada para la poesía.
Respecto a lo que Majón Pozas y Luque
Durán dijeron sobre el ruso, es cierto que es una lengua con acento
libre y que el polaco y el checo tienen acento fijo. Pero los
patrones de la poesía lírica pueden determinarse a partir del
acento o partir de la cantidad. De hecho, la poesía griega y latina
clásicas basan sus patrones métricos en sílabas breves y en
sílabas largas. Los patrones rítmicos basados en el acento de
intensidad lo presentaran aquellas lenguas en las que la cantidad no
es valor fonético pertinente.
Si hubiésemos de considerar como
perfecta sólo a aquella poesía que se ajustara a esos patrones
clásicos, entonces no podríamos considerar ni al español ni al
ruso idiomas aptos para la poesía, pero por el contrario, al checo y
al húngaro sí, pues estos idiomas si conocen distinciones de
cantidad y por lo tanto, sí podrían representar el quehacer poético
idóneo.
El posicionamiento en favor a lo que a
uno atrae y gusta, en este caso, un modelo literario, no puede
utilizarse para dictar un criterio absoluto que haya de cumplirse
siempre para que una cosa sea tal cosa. Los patrones clásicos fueron
creados desde y para las lenguas clásicas y resulta evidente que una
lengua pueda presentar dificultades para atenerse a los patrones
establecidos para otra lengua. Además, atenerse a un patrón clásico
no garantiza que se vaya a producir una obra maestra de la
literatura. Como dije más arriba, el último y primero fin de una
obra lireraria vendría aportado por la maestría individual; la
habilidad en el manejo de la lengua, y los contenidos temáticos
tratados en ella.
En definitiva, no puede hablarse de la
poesía como si fuese un concepto objetivo e interculturalmente
válido. Ni mucho menos predicar que un idioma represente en sí
mismo las características propias de la poesía, convirtiendo así,
ese idioma en paradigma de la propia poesía.
Es verdad, que durante siglos se daba
por demostrado que el latín y griego clásicos eran lenguas mucho
más perfectas, dotadas, musicales y ágiles que cualquiera de las
lenguas que se fueron formando del mismo latín. Pero una vez más,
este pensamiento se originó a raíz de echar la vista a la
apabullante literatura latina.
Por otro lado, los juicios de valor
utilizados para sentenciar a una lengua como no dotada o menos apta
para el quehacer literario, causarían más o menos indignación
dependiendo de la lengua a la cual se aplicarán. Juan Carlos Moreno
Cabrera, en su libro “La dignidad e igualdad de las lenguas”,
(el cual estoy utilizando para la elaboración del blog), nos hace
reflexionar sobre ello:
¿Qué pasaría si se descubriera que
el pascuense hablado en la Isla de Pascua por escasamente 2.000
personas fuera una lengua mucho más ágil, musical y dotada para la
poesía que cualquier otra lengua europea? Posiblemente, sería causa
de risa e incredulidad de muchos, e incluso provocaría irritación.
No es fácil que quepa en la cabeza de un europeo que unos isleños
incultos e ignorantes puedan tener una lengua mejor o más apropiada
que la suya. Tampoco ocasionaría que el pascuense se introdujera en
la escuela como lengua de cultura para que en un futuro nos
pudiésemos expresar líricamente en pascuense.
Pero si por el contrario se dijera que
el pascuense es una lengua mucho más pobre y menos ágil para la
poesía que cualquier otra lengua europea, a muy pocos les importaría
verdaderamente, que los pascuenses se sintiesen disgustados ante tal
sentencia.
Tendemos a no tener en la justa
consideración a otras culturas sólo porque la nuestra presenta una
abultada producción poética difundida por todo el planeta o incluso
porque nuestra lengua se habla en diferentes lugares del mundo. Ya
dije mucho más arriba, en las primeras líneas, que el número de
hablantes de una determinada lengua no se debe a propiedades
intrínsecas en su estructura lingúística. Me gustaría añadir más
sobre ésto, cogiendo como ejemplo, el inglés.
El inglés se ha impuesto como lengua
global, como lengua franca, no por poseer propiedades positivas en su
estructura lingüística, tales como una gramática sencilla y
asequible para todos o su facilidad de aceptar préstamos, como se
suele decir a menudo. Sino por fenómenos políticos: fuerza militar
y económica.
El inglés tiene muchas palabras
francesas por la invasión normanda, palabras indias porque la India
perteneció a la Corona británica, palabras indígenas por el
contacto de los colonizadores ingleses con la población autóctona
de América del Norte. El inglés es lengua internacional porque se
ha impuesto como tal. Podría haber sido el inglés o cualquier otra
lengua indoeuropea con gran número de hablantes como el español,
el francés o el portugués.
Si el inglés o el tipo indoeuropeo está más
extendido en la tierra se debe únicamente a consideraciones
históricas y no de la propia lengua.
Cuando una lengua logra dominar
territorialmente no es porque la lengua sea tan maravillosa que los
autóctonos abandonan o dejan moribunda o en segundo plano la suya en
favor de la otra; se les puede hasta a inducir un menosprecio hacia
su propia cultura o al contrario, se les promete más y mejores
oportunidades si se pasan a la otra lengua.
Pero todo tiene un precio. La lengua
autóctona sufre un arrinconamiento, a veces como la historia nos a
dejado saber, muy vistoso, y otras, como puede perfectamente
corresponder con los años que vivimos; más velado.
La cultura de un pueblo es
consustancial a su lengua, (me atrevo a decir que la impulsa) y
siendo la lengua arrinconada también lo es la cultura. Se les priva
a unas personas, sea como sea, del derecho a la realización de su
propia identidad.
Volviendo al punto de partida de esta
entrada “el pedestal del mérito”, tenemos que estar bien atentos
sobre los criterios que adoptamos a la hora de sentir orgullo por las
lenguas europeas, o mejor aún; cómo manifestamos ese orgullo.
Si ese orgullo ha dejado de serlo,
para convertirse en su versión peor; la arrogancia y la altivez,
surgirá una especie de chovinismo lingüístico. Al aprecio fanático
y exagerado de la propia lengua, fácilmente se le unirá el
desprecio por la lengua de los demás. Enorgullecerte de tu propia
lengua no tiene, perdón, no debe consistir nunca, en el ataque
gratuito de cualquier otra lengua. Aparte, de ser una defensa feísima
e injustificada, es una una defensa hecha desde el complejo: todo
chovinismo esconde un sentimiento inferioridad.
En esta página se dan las claves para
entender el chovinismo: http://es.wikipedia.org/wiki/Chovinismo
Otro concepto que se conecta al de
chovinismo es el etnocentrismo.
http://es.wikipedia.org/wiki/Etnocentrismo
Un ejemplo de chovinismo lingüístico
sería predicar que el francés es
la única lengua en la que la estructura sintáctica de las frases
refleja la auténtica estructura de la razón humana, y que por tanto
es la única lengua lógica en el mundo, tal como dijo el periodista
francés Antoine de Rivarol en su Discurso de la universalidad del
idioma francés de 1784. Además, siguió añadiendo que el aleman es
demasiado gutural, el italiano demasiado dulce, el español demasiado
redundante y el inglés demasiado oscuro.
Quizás estemos demasiado obcecados en
los anteriores idiomas europeos, apabullados por su grandeza
literaria y toda su cultura. Quizás no tengamos todo lo presente que
se debiera que éstos idiomas empezaron siendo muy humildes.
Es un hecho histórico que estas
lenguas tan poderosas, en sus incios fueron modestos dialectos
hablados por pequeñas comunidades sin ninguna influencia sobre los
centros políticos y culturales reinantes del momento.
En el caso del español fue en el
momento de la Reconquista cuando el dialecto castellano cobró fuerza
militar y pudo extenderse territorialmente. A pesar de ésto, en el
S. XIII el castellano no pudo rivalizar en la poesía lírica culta
con el gallego o el occitano.
El francés tiene su origen en una
variedad lingüística local de la Isla de Francia, y el franciano y
el inglés era la lengua de una etnia germánica. Los anglos junto
con los jutos y sajones ocuparon Gran Bretaña en el S. V.
Este origen modesto, aquello que una
vez fueron, nos muestra que empezaron siendo lenguas del mismo cariz
que las lenguas de algunas tribus de la humanidad.
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