domingo, 26 de mayo de 2013

Apreciaciones desmesuradas.

Suelen colocarse en el pedestal del no sé qué (¿del mérito?) ciertos idiomas europeos sólo porque tienen millones de hablantes alrededor del mundo o porque han sido y son portadores de obras literarias de peso. 


La primera razón, me permito la redundancia, no tiene mucha razón de ser: si hay una gran cantidad de hablantes de una determinada lengua repartidos por todo mundo no será porque esa lengua posea en su estructura una sencillez que haga sucumbir a miles de personas a abandonar la suya en favor de esa otra, sino que será debido a otros factores. 


La segunda razón, que la redundancia duela, lleva razón. ¿Qué pasa con sentirse orgulloso de tu lengua, ya sea por su belleza o por sus logros literarios?
 

Sentir la literatura, sus contenidos, como pertenencia personal es para mí, un sentimiento más que natural. En ella se habla de nuestra relación con el mundo, de nuestro papel en él… en definitiva, de nuestra condición humana. De ahí que nos sintamos dialogando con nosotros mismos cuando leemos literatura. Reconocernos en la ficción no es nada raro ni sorprendente: la literatura es realidad transformada. 


De golpe me viene a la memoria una cita del pintor Paul Klee. Dice así: “el arte no reproduce lo visible, lo hace visible”. Llevando este pensamiento a la literatura que es también arte, podríamos deducir que la ficción literaria sería solución, vía o modo de rellenar las fallas de la realidad y que en consecuencia, nos serviría para entender esa misma realidad en la que vivimos. mostrándola a toda luz. ¿Cómo no vamos entonces a sentirnos sugestionados por algo que descubre la realidad y que encima se manifiesta en arte; objeto de fascinación? 


He dicho que tener la literatura en un pedestal es razonable. Y sí, puede que la expresión “tener en un pedestal” sea exagerada, hasta a mí me da la imagen de estar rezándole a un libro… pero cuando creemos fuertemente en el poder de algo resulta casi inevitable no apasionarnos al decirlo.
 
 En realidad, nunca me mostré fanática con nada. Personalmente admiro y respeto mucho la buena literatura. Pero hay algo que no apruebo: la altivez unida al menosprecio hacia todo aquello que se escapa de un criterio de valor establecido, porque después de eso, ya no sólo se menosprecia lo que se salía del gusto personal, sino que es fácil llegar al menosprecio de la propia persona que expresaba esa diferencia respecto a ti. ¿Es necesario castigar con el desprecio un gusto diferente al tuyo? ¡Cómo si la libertad de expresión sólo existiese para los gustos de uno! Uno está en el derecho de hasta no sentirse atraído por la literatura...
 

Esa altivez la he observado cuando alguien ha opinado que la manera de escribir de cierto autor no era de su agrado. Parece que hay autores intocables y prohibidos, y volviendo a lo del pedestal: sagrados. Mejor que no digas en voz alta que no te gusta cierta autoridad literaria, no vaya a ser que te tachen de... ¿inculto? Me parece que lo que hay es mucha pedantería. 


Se suele glorificar una determinada lengua por tener en una alta estima la literatura producida en dicha lengua. Está muy bien sentir orgullo, pero cuando ese orgullo se transforma en arrogancia puede ser peligroso. He escuchado alguna vez que otra:”la literatura producida en tal idioma es superior a la producida en cualquier otro”. Espero, al menos, que esas personas tengan un profundo conocimiento de la producción literaria de diversos países a fin de compararlas, y poder permitirse decir eso. 

El punto es el siguiente: La excusa de la literatura se utiliza para afirmar que un idioma es superior a cualquier otro, y que por lo tanto, es el más apto para escribir literatura.


Aduzco dos pasajes ilustrativos:


El idioma castellano tiene grandes recursos para escribir. Tiende, sí, a la anfibología y hay que evitarla. El francés posee menor rigor, pero es más preciso y seguro. Nosotros tenemos más sonoridad, ellos más finura y hondura.

(A. Cuartas 1972:27)


La lengua rusa probablemente esté mejor dotada (para la poesía) que el polaco y el checo, que tiene acento fijo, y quizás incluso que el español. Aunque, naturalmente, esto es solamente una hipótesis y sólo la investigación adecuada podrá determinar si esto es cierto o falso.

(F.J. Manjón Pozas y J.D. Luque Durán)


Los aptitudes que otorgarían validez artística a una lengua serían criterios tremendamente subjetivos: rigor, precisión, seguridad, sonoridad, finura, musicalidad... parecen provenir, más bien, de una impresión pesonal; del posicionamiento en favor a lo que a uno, ya de por sí atrae.

Decir que una lengua está mejor dotada para la poesía o la literatura en general, es manipular, porque ya sabemos que ésto no dependerá únicamente de las supuestas propiedades de una determinada lengua, sino de la habilidad que muestre la persona al tratarla y manejarla.
 
La poesía no es algo a lo que se llegue a partir de la 
lengua, sino que surge de la propia lengua: de sus características, de su hechura morfológica, sintáctica y semántica. Todas las lenguas tienen unas particularidades fónicas, morfológicas, sintácticas y semánticas que la persona con el don de la poesía o la prosa sabrá explotar correctamente para crear arte literario.


Cada obra de arte se inserta en un marco temporal, en una determinada tradición, por lo tanto habrá que juzgarla dentro de ese marco y en sus propios términos. No obviemos tampoco que por circunstancias históricas, políticas, económicas e ideológicas un arte ha podido florecer más en determinados lugares que en otros. No se puede entonces sostener que determinado pueblo con determinada lengua es más dotado para el quehacer poético que cualquier otro sólo porque ese tenga una más abultada tradición literaria. Además, ya sabemos que cantidad no significa calidad.


Establecer un patrón concreto de lo que es poesía y convertirlo en paradigma único de ella, para así hacer pasar por ese medidor a todas las sociedades actuales y pasadas no es una tesis válida para afirmar que la lengua de un pueblo está más o menos dotada para la poesía.

Respecto a lo que Majón Pozas y Luque Durán dijeron sobre el ruso, es cierto que es una lengua con acento libre y que el polaco y el checo tienen acento fijo. Pero los patrones de la poesía lírica pueden determinarse a partir del acento o partir de la cantidad. De hecho, la poesía griega y latina clásicas basan sus patrones métricos en sílabas breves y en sílabas largas. Los patrones rítmicos basados en el acento de intensidad lo presentaran aquellas lenguas en las que la cantidad no es valor fonético pertinente.


Si hubiésemos de considerar como perfecta sólo a aquella poesía que se ajustara a esos patrones clásicos, entonces no podríamos considerar ni al español ni al ruso idiomas aptos para la poesía, pero por el contrario, al checo y al húngaro sí, pues estos idiomas si conocen distinciones de cantidad y por lo tanto, sí podrían representar el quehacer poético idóneo.


El posicionamiento en favor a lo que a uno atrae y gusta, en este caso, un modelo literario, no puede utilizarse para dictar un criterio absoluto que haya de cumplirse siempre para que una cosa sea tal cosa. Los patrones clásicos fueron creados desde y para las lenguas clásicas y resulta evidente que una lengua pueda presentar dificultades para atenerse a los patrones establecidos para otra lengua. Además, atenerse a un patrón clásico no garantiza que se vaya a producir una obra maestra de la literatura. Como dije más arriba, el último y primero fin de una obra lireraria vendría aportado por la maestría individual; la habilidad en el manejo de la lengua, y los contenidos temáticos tratados en ella.


En definitiva, no puede hablarse de la poesía como si fuese un concepto objetivo e interculturalmente válido. Ni mucho menos predicar que un idioma represente en sí mismo las características propias de la poesía, convirtiendo así, ese idioma en paradigma de la propia poesía.


Es verdad, que durante siglos se daba por demostrado que el latín y griego clásicos eran lenguas mucho más perfectas, dotadas, musicales y ágiles que cualquiera de las lenguas que se fueron formando del mismo latín. Pero una vez más, este pensamiento se originó a raíz de echar la vista a la apabullante literatura latina.


Por otro lado, los juicios de valor utilizados para sentenciar a una lengua como no dotada o menos apta para el quehacer literario, causarían más o menos indignación dependiendo de la lengua a la cual se aplicarán. Juan Carlos Moreno Cabrera, en su libro “La dignidad e igualdad de las lenguas”, (el cual estoy utilizando para la elaboración del blog), nos hace reflexionar sobre ello:

¿Qué pasaría si se descubriera que el pascuense hablado en la Isla de Pascua por escasamente 2.000 personas fuera una lengua mucho más ágil, musical y dotada para la poesía que cualquier otra lengua europea? Posiblemente, sería causa de risa e incredulidad de muchos, e incluso provocaría irritación. No es fácil que quepa en la cabeza de un europeo que unos isleños incultos e ignorantes puedan tener una lengua mejor o más apropiada que la suya. Tampoco ocasionaría que el pascuense se introdujera en la escuela como lengua de cultura para que en un futuro nos pudiésemos expresar líricamente en pascuense. 


Pero si por el contrario se dijera que el pascuense es una lengua mucho más pobre y menos ágil para la poesía que cualquier otra lengua europea, a muy pocos les importaría verdaderamente, que los pascuenses se sintiesen disgustados ante tal sentencia. 


Tendemos a no tener en la justa consideración a otras culturas sólo porque la nuestra presenta una abultada producción poética difundida por todo el planeta o incluso porque nuestra lengua se habla en diferentes lugares del mundo. Ya dije mucho más arriba, en las primeras líneas, que el número de hablantes de una determinada lengua no se debe a propiedades intrínsecas en su estructura lingúística. Me gustaría añadir más sobre ésto, cogiendo como ejemplo, el inglés.


El inglés se ha impuesto como lengua global, como lengua franca, no por poseer propiedades positivas en su estructura lingüística, tales como una gramática sencilla y asequible para todos o su facilidad de aceptar préstamos, como se suele decir a menudo. Sino por fenómenos políticos: fuerza militar y económica.


El inglés tiene muchas palabras francesas por la invasión normanda, palabras indias porque la India perteneció a la Corona británica, palabras indígenas por el contacto de los colonizadores ingleses con la población autóctona de América del Norte. El inglés es lengua internacional porque se ha impuesto como tal. Podría haber sido el inglés o cualquier otra lengua indoeuropea con gran número de hablantes como el español, el francés o el portugués. Si el inglés o el tipo indoeuropeo está más extendido en la tierra se debe únicamente a consideraciones históricas y no de la propia lengua.


Cuando una lengua logra dominar territorialmente no es porque la lengua sea tan maravillosa que los autóctonos abandonan o dejan moribunda o en segundo plano la suya en favor de la otra; se les puede hasta a inducir un menosprecio hacia su propia cultura o al contrario, se les promete más y mejores oportunidades si se pasan a la otra lengua. 


Pero todo tiene un precio. La lengua autóctona sufre un arrinconamiento, a veces como la historia nos a dejado saber, muy vistoso, y otras, como puede perfectamente corresponder con los años que vivimos; más velado.

La cultura de un pueblo es consustancial a su lengua, (me atrevo a decir que la impulsa) y siendo la lengua arrinconada también lo es la cultura. Se les priva a unas personas, sea como sea, del derecho a la realización de su propia identidad.


Volviendo al punto de partida de esta entrada “el pedestal del mérito”, tenemos que estar bien atentos sobre los criterios que adoptamos a la hora de sentir orgullo por las lenguas europeas, o mejor aún; cómo manifestamos ese orgullo.


Si ese orgullo ha dejado de serlo, para convertirse en su versión peor; la arrogancia y la altivez, surgirá una especie de chovinismo lingüístico. Al aprecio fanático y exagerado de la propia lengua, fácilmente se le unirá el desprecio por la lengua de los demás. Enorgullecerte de tu propia lengua no tiene, perdón, no debe consistir nunca, en el ataque gratuito de cualquier otra lengua. Aparte, de ser una defensa feísima e injustificada, es una una defensa hecha desde el complejo: todo chovinismo esconde un sentimiento inferioridad.


En esta página se dan las claves para entender el chovinismo: http://es.wikipedia.org/wiki/Chovinismo


Otro concepto que se conecta al de chovinismo es el etnocentrismo. http://es.wikipedia.org/wiki/Etnocentrismo


Un ejemplo de chovinismo lingüístico sería predicar que el francés es la única lengua en la que la estructura sintáctica de las frases refleja la auténtica estructura de la razón humana, y que por tanto es la única lengua lógica en el mundo, tal como dijo el periodista francés Antoine de Rivarol en su Discurso de la universalidad del idioma francés de 1784. Además, siguió añadiendo que el aleman es demasiado gutural, el italiano demasiado dulce, el español demasiado redundante y el inglés demasiado oscuro.
 

Quizás estemos demasiado obcecados en los anteriores idiomas europeos, apabullados por su grandeza literaria y toda su cultura. Quizás no tengamos todo lo presente que se debiera que éstos idiomas empezaron siendo muy humildes.


Es un hecho histórico que estas lenguas tan poderosas, en sus incios fueron modestos dialectos hablados por pequeñas comunidades sin ninguna influencia sobre los centros políticos y culturales reinantes del momento.


En el caso del español fue en el momento de la Reconquista cuando el dialecto castellano cobró fuerza militar y pudo extenderse territorialmente. A pesar de ésto, en el S. XIII el castellano no pudo rivalizar en la poesía lírica culta con el gallego o el occitano.


El francés tiene su origen en una variedad lingüística local de la Isla de Francia, y el franciano y el inglés era la lengua de una etnia germánica. Los anglos junto con los jutos y sajones ocuparon Gran Bretaña en el S. V. 


Este origen modesto, aquello que una vez fueron, nos muestra que empezaron siendo lenguas del mismo cariz que las lenguas de algunas tribus de la humanidad.

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